En el corazón del Mediterráneo, cuando el sol acaricia el mar turquesa, emerge la figura imponente del Creole, el velero más admirado por su belleza y su aura legendaria. Esta emblemática embarcación, vinculada a los Gucci desde los años ochenta, ha renacido como icono náutico y símbolo del lujo con alma.
Construido en 1927 por Camper & Nicholsons en Inglaterra, el Creole fue concebido como una goleta elegante, ligera y funcional. Su historia es punto de partida para una serie de leyendas: desde su mal fario al no romperse la botella de champán en su botadura, hasta su rol como draga-mine de la Royal Navy durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1983, Maurizio Gucci lo adquirió, impulsando una restauración de casi cuatro años en astilleros de Italia, Alemania y Mallorca. El resultado: mantener su carácter clásico con tecnología moderna. El magnate veía en la embarcación una extensión flotante del estilo de su firma.
El símbolo del estilo Gucci en el mar
Después del asesinato de Maurizio en 1995, sus hijas Alessandra y Allegra heredaron el velero y mantienen viva la tradición de navegar por las Baleares. El Creole es una obra maestra naval de 65 metros de eslora, con casco de madera, velamen tradicional y decoración interior refinada. Tiene capacidad para 11 invitados y una tripulación de 15 personas, con una valoración estimada entre 20 y 23 millones de euros.
Cada verano, el velero atrae todas las miradas en Formentera e Ibiza, donde fondea cercano a playas exclusivas. Su mantenimiento anual supera los dos millones de euros, y su alquiler semanal suele rondar los 220 000-230 000 euros, sin extras.
Más que un lujo moderno, el Creole impone por su sobriedad clásica: su casco negro, líneas depuradas y estética atemporal transmiten experiencia, herencia y elegancia sin ostentación.
La narrativa del Creole no es solo náutica. Su historial incluye propietarios famosos como el compositor Maurice Ravel o la realeza danesa. También ocupa un lugar en documentales de moda y sesiones fotográficas de lujo, consolidando su papel como objeto de culto estético náutico.
Además, refleja la influencia de Gucci en el mundo marítimo: restaurado bajo estándares artesanales y mantenido como sello de distinción de una casa de moda global.