Donación de órganos: misión imposible

Donación de órganos: misión imposible

Resulta muy complejo describir el proceso de donación de órganos sin perder objetividad. Sin embargo, no solo es una gestión absurda, oprobiosa de principio a fin, deshumanizada y ausente por completo de toda sensación de urgencia.

Patricio, junto con otros cuatro jóvenes, llegó a Cuernavaca el pasado 9 de julio alrededor de las 12:30 pm. Asistirían a una Primera Comunión. Entrando al libramiento que esta al final de la carretera, ese a cargo de la SCT que carece de toda señalización, detuvieron por completo su marcha por el tráfico que había. Segundos más tarde, fueron embestidos por un tracto camión de doble caja, conducido a exceso de velocidad propiedad de la empresa SICSA, S.A. de C.V. Instantáneamente fallecieron Héctor y Minerva. El conductor sufrió lesiones de consideración en el cuello, nariz y cara. María, que venía en el asiento del copiloto y Pato, en el asiento trasero, fueron trasladados a un hospital local con graves lesiones cráneo encefálicas, y por la noche, vía aérea, a los hospitales Ángeles y Médica Sur, respectivamente. María, afortunadamente, ha sobrevivido a ese fatal accidente.

Durante los siguientes tres días, Pato luchó por su vida. La gravedad de las lesiones pudo más. A las 10 am del miércoles 13 de julio, fue declarada su muerte cerebral, restando únicamente que el tiempo provocara que su corazón dejara de latir. No había terminado aún la junta médica cuando Hilda y Alejandro, papás de Pato, le hicieron saber al médico tratante la decisión de donar los órganos de su hijo.

Antes de las 11 am, Pato fue declarado donante de órganos y se activó el protocolo de donación respectivo. Se programó la procuración y trasplante de sus órganos para las 11 pm de ese mismo miércoles, reservándose cuatro quirófanos para los receptores de los órganos contiguos a aquel en que Pato estaría siendo intervenido horas más tarde.

La preparación del expediente que sería sometido a la aprobación del Agente del Ministerio Público en la Delegación Tlalpan tomó casi 5 horas. Más allá del burocrático papeleo, toda una serie de análisis médicos le fueron practicados a Pato. Se dio aviso a los hospitales del país para anunciar la existencia de un donante de órganos y que se verificara la compatibilidad de los posibles receptores. Se nos informó que el padre de Pato tendría que asistir junto con la Doctora coordinadora del trasplante y el abogado del hospital a la Delegación Tlalpan, para que durante ?un par de horas? se le tomará declaración y se pudiera proceder legalmente a la donación programada.

Esa pesadilla dio inicio a las 5 pm, tan pronto el primer pie fue puesto en dicha Delegación. Tomó casi dos horas asignar la gestión a un Ministerio Público que estaba ocupado, después de discurrir si era la T2 o la T3 quien debía hacerse cargo del trámite. El Ministerio Público, a su vez, delegó la gestión en una voluntariosa pero inexperta Oficial Secretario, quien habiendo confesado no haber tenido una experiencia igual en el pasado, se echó a los hombros la responsabilidad de la gestión administrativa, cuya duración total fue de “solamente” seis horas. A las 11 pm abandonamos la Delegación con los ?aprobaciones? ministeriales, para que el equipo médico, que esperaba horas antes en quirófanos con los receptores de los órganos, pudiese llevar a cabo las complejas cirugías programadas. Durante las seis horas malgastadas en una Delegación más las casi cinco horas de preparación del expediente médico, se corrió el riesgo, en todo momento, de que Pato falleciera, y con ello quedaran inutilizables los valiosos órganos que darían esperanza de vida a cuando menos cinco personas.

Resulta muy complejo describir el proceso de donación de órganos sin perder objetividad. Sin embargo, no solo es una gestión absurda, oprobiosa de principio a fin, deshumanizada y ausente por completo de toda sensación de urgencia cuando lo que está de por medio es la vida de las personas que han esperado meses, quizá años, para recibir un órgano sano en un país que carece por completo de la cultura de la donación, y en donde dicha gestión ?ministerial? se convierte en el principal obstáculo para no lograrlo.

Pedirle a un padre o una madre de un joven que donará sus órganos que se aleje del hospital en que éste yace para destinar, cuando menos, las siguientes seis horas a estar presente en una espantosa Delegación del DF, entre policía ministerial, médicos legistas, ministerios públicos y un sinfín de personas detenidas que por igual entran o salen de la misma, parece, de las bromas, la más cruel, las más innecesaria.

No deseo narrar los eventos posteriores al trasplante que nos condujeron de regreso a la misma Delegación a las 5 am, para que cuatro horas más tarde, es decir, a las 9 am del jueves 14 de julio, se entregaran los papeles con las cuales se le practicaría a Pato la necropsia de ley, en el Instituto de Ciencias Forenses (antes SEMEFO).

Resulta inaudito que un procedimiento que debería ser expedito, ágil y ausente de toda forma de burocratismo sea precisamente lo contrario, una misión imposible para quienes deciden regalar esperanza de vida a otros. En lugar de que el médico tratante sea quien proponga la donación avalado por un Consejo de Médicos certificados del propio hospital, en donde solo fuere necesario dar vista al Ministerio Público, hay que hacerlo profunda y dolorosamente complicado, como si abundaran las donaciones de órganos para darnos ese lujo.

Entre las 12 de la noche y las 4 am del 14 de julio, un hígado y dos riñones fueron exitosamente trasplantados a 3 personas que hoy tienen una posibilidad real de recuperar la salud. Las córneas lo serán esta semana a 2 personas más. Pato vivirá de alguna manera a través de los receptores con la satisfacción de haber regalado vida, cuando un irresponsable conductor le arrebató la propia teniendo tan solo 22 años de edad. Patricio Floresmeyer Caballero era mi sobrino.

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