En 2005, con apenas 15 años, Sergio «Checo» Pérez dejó Guadalajara para trasladarse a Alemania y competir en la Fórmula BMW ADAC, con la meta de llegar a la Fórmula 1. Sin hablar alemán ni contar con una red de apoyo, encontró refugio en un lugar inesperado: un restaurante-local que se convirtió en su hogar temporal.
Según contó el propio Checo vía Twitter, “este restaurante en Alemania fue mi casa a los 15 años”. La fotografía tomada frente al restaurante “Casa”, propiedad del jefe de su equipo, Günther Unterreitmeier, se viralizó como símbolo de su determinación.
En la planta alta, el piloto vivía en un cuartito con una cama y una computadora. Bajaba al restaurante para comer y, cuando no tenía competencia, hablaba con el boletero de la estación de tren cercana para sentir algo de compañía.
El libro Nunca te rindas detalla que Pérez trabajaba en la repostería del restaurante, ayudando a preparar postres, mientras los fines de semana participaba en carreras de automovilismo. Dormía en sacos de harina al principio y luego en la habitación del restaurante. Era una experiencia dura, sin mandato del idioma ni familia cerca, pero le permitió subsistir mientras continuaba su formación deportiva.
Durante su estancia en Vilsbiburg, carecía de redes sociales, internet o vida estudiantil. Su único acompañamiento era el personal del restaurante o el boletero de la estación. Aún así, se mantuvo centrado en su propósito: avanzar en categorías formativas con el equipo 4 Speed Media en la Fórmula BMW ADAC.
Tras unos meses en ese entorno precario, Checo avanzó a Berlín y, más tarde, al Reino Unido. Ganó la Fórmula 3 británica, participó en GP2 y finalmente debutó en la F1 con Sauber en 2011. El sacrificio vivido en aquel restaurante fue el cimiento de su carrera internacional.