Corría diciembre de 1952. Isabel II aún no era coronada reina oficialmente, pero ya enfrentaba una crisis que pondría a prueba a toda la monarquía británica. Lo que parecía una simple niebla invernal se convirtió en uno de los episodios más oscuros —literal y metafóricamente— de la historia de Londres: el Gran Smog.
Un invierno que se volvió mortal
La ciudad se preparaba para la temporada navideña cuando, de pronto, una densa niebla amarilla empezó a cubrir las calles. Al principio, nadie se alarmó. Londres ya era famosa por sus “fogs”. Pero esta vez era diferente. El aire no solo era espeso… era tóxico.
Durante cinco días, del 5 al 9 de diciembre, una combinación letal de frío extremo, quema masiva de carbón y condiciones atmosféricas anómalas atraparon la contaminación como una trampa mortal sobre la ciudad. La visibilidad era tan reducida que no se podía ver más allá de un par de metros. Los trenes dejaron de operar. Las ambulancias no podían circular. Incluso dentro de los hogares, el humo se filtraba como una sombra ineludible.
La reina, atrapada en el palacio
Isabel, entonces de 26 años y aún princesa en funciones tras la muerte de su padre el rey Jorge VI, se encontraba en Clarence House, en medio de reuniones oficiales de transición. Los informes médicos y militares llegaban al palacio con creciente urgencia. Las calles estaban desbordadas de enfermos, y los hospitales no daban abasto. Se hablaba de miles de muertos.
A puertas cerradas, la familia real vivía la misma incertidumbre que sus súbditos. El aire dentro del palacio se volvía irrespirable. El personal colocaba toallas húmedas en las ventanas e improvisaba filtros para intentar purificar el ambiente. Era una amenaza invisible, silenciosa, y aterradora.
¿Qué causó el gran smog?
- El Reino Unido vivía una era industrial dependiente del carbón de bajo grado, altamente contaminante.
- Las bajas temperaturas dispararon el consumo doméstico para calefacción.
- Una inversión térmica (una capa de aire cálido sobre el aire frío) atrapó toda la contaminación a nivel del suelo.
- Y el peor error: nadie pensó que fuera una emergencia... hasta que fue demasiado tarde.
Se estima que el smog causó entre 4,000 y 12,000 muertes, la mayoría por problemas respiratorios. Las cifras reales nunca se supieron con certeza, pero el impacto fue devastador.
Una joven monarca frente al caos
Para Isabel, que pocos meses después sería coronada reina, el Gran Smog fue una lección temprana de liderazgo en crisis. Era su primer gran reto como futura soberana: un país envuelto en humo, caos sanitario, desconfianza institucional y miedo colectivo.
El episodio no solo dejó una herida ambiental, sino que también cambió la historia del Reino Unido. Gracias a la presión pública y el compromiso del gobierno —bajo el liderazgo de Winston Churchill— se promulgó el Clean Air Act en 1956, marcando el inicio de las políticas modernas de protección ambiental.
El legado de un evento invisible
El Gran Smog no tuvo enemigos visibles, pero sembró el terror en todos los niveles sociales, incluyendo la realeza. Isabel II —aún sin corona— experimentó de primera mano cómo una nación puede tambalearse por un enemigo silencioso. Ese episodio marcó para siempre su visión sobre la salud pública, el medio ambiente y su papel como protectora del pueblo británico.