En 1905, en una mina de Sudáfrica, se descubrió el Cullinan, una gema en bruto de 3,106 quilates, el diamante más grande jamás encontrado. Su tamaño fue tan impactante que, al principio, creyeron que era falso.
Poco después, fue regalado al rey Eduardo VII y tallado en Ámsterdam. De esa única piedra surgieron varios diamantes, pero dos se volvieron legendarios:
Cullinan I: de 530 quilates, hoy en el cetro real británico.
Cullinan II: de 317 quilates, en la Corona Imperial del Reino Unido.
Ambos están exhibidos en la Torre de Londres como parte de las Joyas de la Corona. Su valor estimado supera los 400 millones de dólares, pero su peso político y simbólico es aún mayor. Hoy, Sudáfrica pide que estas piezas sean devueltas como parte de la restitución de bienes coloniales.