El farm-to-table con la mejor vista de la Ciudad de México: Salazar Wine Bar

Entre el bullicio y la energía de Paseo de la Reforma se encuentra este spot que se ha dado a la tarea de enamorar a los wine afficionados y foodies de la ciudad. Salazar.

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Cortesía

Iniciamos el año con una visita a este lugar: un oasis de la comida silvestre en medio de la jungla de asfalto. Su estructura y diseño de granero se posicionó en lo alto de Paseo de la Reforma con una vista sinigual a la Victoria Aliada (o el Ángel), cuando sorprendió a la ciudad con su apertura hace unos meses, casi un año ya. Aunque se ha hablado bastante de este lugar, obra de Edo Kobayashi, Salazar Wine Bar nos sigue dando de qué hablar por su excelente servicio y un menú como ninguno otro. Si estás buscando algo nuevo en la Ciudad de México sigue leyendo porque seguro te convencemos de visitar.

La cocina de Salazar y el Chef Allan Yáñez, quien es responsable de los platillos, es no más que honesta, cruda y auténtica. Su trayectoria en restaurantes europeos con hasta 3 estrellas Michelin le han otorgado una noción especial en la comida, con la que guía su estancia en Salazar y nos invita a conocer un minimalismo culinario excepcional. Los sabores que están son porque están. Con pocos ingredientes, pero de la mejor calidad, el chef logra crear un universo palpable en el que no existe mayor truco que el simple conocer cómo tratar cada elemento. Esto, acompañado de una selección de vinos que tienen una madurez reconocible, es un paraíso en el paladar.

A pesar de tener una esencia muy clara, que se enfoca en el tapeo del país vasco y de una región francesa, Salazar tiene un menú que va mutando y se va adecuando a los ingredientes que estén disponibles por temporada. Este dinamismo en su carta nos asegura un sabor familiar, con nuevos retos para los paladares más exigentes. Nos tocó visitar el Salazar en un fin de semana especial, donde hicieron una collab con el chef de Alma, Juan López Luna. Esta mezcla y fusión de menús nos trajo un par de delicacies con las cuales seguimos daydreaming. Desde unos dumplings rellenos de ricota con nuez hecho en casa, con una salsa de echalote y un aceitito de chile morita imposible que nos tenía barriendo el palto; seguido de un pulpo a las brasas, con una salsa de jitomate y chipotle, muy fusión mediterránea; y un aguachile negro de dorado, que aunque parecía sencillo a la visita tenía una salsa deli que era un mix perfecto entre dulce, acido y picosito, y (según nos comentó el chef cuando se acercó a la mesa) había sido curado por más de 42 horas.

Este menú, que nos recuerda la belleza de lo sencillo, combinado con la impresionante arquitectura del lugar (por Alfonso López-Velarde), los interiores (obra del par más cool, Habitación 116), y el overall feeling de la cocina abierta, el lujo casual y la comida limpia crean un ambiente y una experiencia sensacional. Si quieres darte una vuelta a probar el menú de temporada del spot más top #rn en la Ciudad de México, tienes que llegar a Reforma 333 y subir al piso 8. Ya nos cuentas qué opinaste del Salazar después de comer.

(Como recomendación, pide las aceitunas de entrada y acompáñalas de un vino blanco, ¡específicamente mexicano!)

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