En una conversación honesta que rápidamente se volvió necesaria, la actriz de “Pretty Little Liars”, Lucy Hale habló abiertamente sobre cómo vive su soltería a los 36 años y la manera en que, a pesar de sentirse juzgada, ha aprendido a abrazar este momento de su vida como una etapa de crecimiento, calma y descubrimiento personal. La actriz reconoció que muchas personas a su alrededor ya han formado una familia, mientras que ella sigue un camino distinto… y eso no la hace menos válida.
Hale explicó que, últimamente, cuando la gente se entera de que no está casada ni tiene hijos, suele reaccionar con sorpresa o condescendencia.
Tengo 36 años. No estoy casada y no tengo hijos, y últimamente mucha gente me recibe con un ‘oh’. Y siento que hay muchas mujeres que necesitan escuchar que está bien no tener eso a esta edad.
Sus palabras resonaron porque exponen una realidad común: la presión silenciosa que muchas mujeres sienten por cumplir hitos sociales antes de determinada edad.
La actriz también celebró que muchas personas en su vida ya encontraron su camino familiar, pero dejó claro que cada quien tiene tiempos diferentes.
Muchas personas a mi alrededor se han casado, tienen hijos, tienen su familia, y eso es hermoso y maravilloso. Yo sé que eso también será parte de mi vida pronto.
Aun así, subrayó que la soltería no debe verse como un vacío, sino como un espacio valioso de transformación. Hale destacó que estar sola puede ser una oportunidad profunda de aprendizaje, no un estado que haya que corregir.
Creo que hay grandes lecciones dentro de la soledad. No hay nada malo en ello. Si estás en un punto de tu vida donde te sientes sola o estás soltera, apuesto a que estás siendo llamada hacia algo realmente increíble. Así que disfruta el tiempo contigo misma.
En una cultura que aún mide el éxito femenino con relojes ajenos, las palabras de Lucy Hale funcionan como un recordatorio liberador: la vida no tiene un calendario universal. No existe una edad correcta para casarte, tener hijos o “asentarte”. La soltería también puede ser un capítulo pleno, luminoso y profundamente significativo. Y sobre todo, es un recordatorio de que cada mujer tiene derecho a escribir su historia a su propio ritmo.