Mario Bautista y su mamá Gloria encarnan el significado de un amor incondicional, un balance casi perfecto entre lo que implican los límites de la maternidad y la profunda confidencialidad que un hijo puede tener con su madre.
Desde chiquitos nos dejó ser y experimentar. ‘¿Quieres tomar clases de canto?, adelante’. ‘¿No quieres?, no pasa nada’. ‘¿Te quieres pintar el pelo?, date’. Nos dejó descubrirnos.
La palabra equilibrio fue clave en su casa, nos cuenta Gloria que entre ella y su papá alternaban los roles de disciplina y flexibilidad, esto para sí, generar conciencia en sus hijos acerca de la responsabilidad, pero sin perder ese gozo por la vida. Esa libertad.
“Cuidar a mi familia es lo más sagrado”
No hay nada más culminante en la vida de un ser humano, como cuando una madre describe a su hijo como alguien excepcional, y así Gloria nos permite conocer a Mario Bautista desde una perspectiva que nadie más podrá, porque el vínculo entre una madre y su hijo es algo inigualable, es algo de dos.
Detrás del gran artista, está una mamá que siempre creyó en él
Gloria describe la niñez de Mario como un espíritu inquieto, con una energía inagotable. Recuerda entre sonrisas que al momento que nació su hermano menor, Jan Carlo, Mario no quería dejar de ser el centro de atención y regularmente aparecía en los videos familiares, bailando y cantando.
La admiración entre ambos es algo que los une cada día más, siendo que ambos han aprendido grandes lecciones el uno del otro.
Siempre quiere crecer, seguir aprendiendo. A veces no parece que escucha, pero lo hace, reflexiona y acepta si le hace sentido. Eso es una gran virtud.
Un amor sin condición
Mario, conmovido nos compartió que la enseñanza más grande que le ha dado su mamá es el amor incondicional.
Nos enseñó a darlo todo por la familia. Siempre nos decía: ‘No me importa lo que pase, yo te amo, y quiero que lo sepas todos los días’. Y eso me marcó para siempre.
El cantante recuerda grandes enseñanzas de su infancia que atesora porque Gloria, en su sabiduría, daba lecciones en lo más cotidiano, pero que los marcó por siempre. Él cuenta que su mamá si dejaba que sus hijos discutieran, pero que siempre antes de dormir les decía que tenían que perderse perdón y recordarle al otro cuánto se aman. Mario cree que estas pequeñas acciones fortalecieron la sana hermandad que hoy conservan.