Salvador Cacho González rompe el silencio

Ante su reciente aparición en medios denunciando a su abusador, Salvador Cacho González ha iniciado un movimiento por salvaguardar la integridad de las infancias en México.

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Salvador Cacho González

Cortesía

Este texto, más que ser una entrevista, es el testimonio de Salvador Cacho González quien por años guardó silencio ante una situación agravante pero hoy nos demuestra el coraje que tiene y nos abre las puertas a su realidad. Que sus palabras se inmortalicen a través del tiempo y que su experiencia nos ayude colectivamente a despertar y tomar consciencia de la situación que enfrentan millones de niños en México.

“Me convertí en un pequeño boom mediático después de haber denunciado aal que fue mi agresor durante varios años, desde los 5 o 6 hasta los 14, quien además es primo hermano de mi madre. La denuncia la interpuse el 29 de febrero de este año y, posteriormente, el 12 de abril se emitió una orden de aprehensión para su detención, la cual se llevó a cabo el 13 y 14 de ese mes, seguido de la primera audiencia. En dicha audiencia, el juez determinó que Felipe llevara el proceso en libertad, considerando que no existía un riesgo para mi persona debido a que habían pasado 10 años sin vernos y además existía una ruptura familiar previa. A pesar de los agravantes del delito como abuso de confianza y violencia física, el juez decidió permitir que el proceso se llevara en libertad.

En el día de la primera audiencia, decidí hacer público un video contando mi historia, la cual está llena de tristeza. México es el país número uno en violencia infantil a nivel mundial donde el 75% de los casos pasan en un entorno familiar, 6 de cada 10 casos ocurren en casas, pero, aunque mi historia no me parecía especial, consideré importante hacerla pública para destacar que a los hombres también nos ocurren estas situaciones. Lamentablemente, existe la idea errónea de que solo las mujeres son víctimas, cuando las cifras demuestran lo contrario. En una sociedad machista como la mexicana, a los hombres se nos educa para callar y cumplir con ciertos roles y modelos. En mi casa, el padre de mi agresor solía decir “en casa de los - no hay ni putos ni curas”, dando a entender que en la familia no había ese tipo de cosas pero lo que terminó habiendo fueron pederastas.

Exponerme y abrir mi caso fue una manera de validar que a los hombres también nos sucede y en gran medida. México ha experimentado una apertura en temas como la diversidad sexual, la adopción homoparental y el aborto en los últimos 25 años. Estamos en la necesidad urgente de reconocer que a los hombres también les afecta. Aunque muchos cuestionaban por qué lo contaba si tengo una vida feliz y si no me daba pena o preocupaba lo que otros pensarían, lo hago para evitar que situaciones como esta se repitan.

La verdad es que durante muchos años no fui consciente de mi propia historia, dándome cuenta que fui un menor abusado fue en 2016, Mi último episodio de abuso fue en febrero de 2003. Después, entré en la adolescencia y en otros temas de la vida. En enero de 2016, la hermana de mi abusador me contactó. Éramos muy cercanos; su padre era prácticamente como mi abuelo. Esta parte de la familia la consideraba como primos. Cuando su hermana mayor me buscó, pensé que era un intento de acercamiento para restablecer la relación familiar, ya que me había distanciado de ese lado de la familia. Sin embargo, en realidad me buscaba porque se estaba divorciando. Resulta que se había casado con alguien que estaba abusando de sus hijos. Cuando ella me contó su historia, sentí que el mundo se me venía encima. Caí en depresión y volví a terapia. Meses después, reuní la fuerza y el coraje para sentarme con mi mamá y afrontar las cosas a mediados de 2016. Le conté la historia, enfrentándome al temor de que se sintiera culpable. Más que buscar justicia, buscamos sacarla de la depresión. Le expliqué que no fue su culpa y juntos intentamos superar lo que estábamos viviendo. Me parece importante señalar que en casos de abuso, la única persona responsable es el abusador. Si alguien es cómplice o sabe lo que está sucediendo y no dice nada, también es culpable. Personalmente, siempre fui un niño muy cuidado. Muchas veces, esto ocurrían mientras salíamos a jugar y mi mamá se quedaba en el postre. El perfil del abusador siempre es muy claro, y está definido en el último libro de Saskia Niño de Rivera, con el cual realicé un ejercicio y mi abusador entra perfectamente en el segundo.

En 2019, vi la iniciativa presentada por Josefina Vázquez Mota para que los crímenes relacionados con violencia sexual no se prescriban nunca. Después de haber ganado nuestro caso, mi mamá y yo empezamos a hablar con abogados. Nos decían que era nuestra palabra contra la suya, nos hablaban de la necesidad de pruebas, etc. La iniciativa que mencioné anteriormente tardó cuatro años en ser aprobada. En septiembre del año pasado, fue aprobada por ambas cámaras, y yo estaba muy contento de que se convirtiera en ley. Nos aseguramos y esperamos a que el presidente la publicara en el Diario Oficial de la Federación. Aunque pensé que la iban a publicar en el Día Oficial de la Lucha contra el abuso infantil, un día Saskia me llamó para decirme que ya la habían publicado. En ese momento, fui con mis abogados, a quienes estoy más que agradecido por su nivel de empatía y humanismo con este tipo de causas. Sin embargo, me dijeron que tenía que hacer una relatoría, lo cual fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Fue como lanzarme al pasado para poder narrar los hechos. Basándonos en la relatoría y en el estudio realizado al respecto, nos dimos cuenta de que sí podíamos proceder, solo que los episodios de abuso ocurrieron en tres estados diferentes. Por lo tanto, no podíamos federalizar el caso, ya que los crímenes de un estado ocurrieron cuando ambos éramos menores de edad. Teníamos que decidir si proceder en la Ciudad o en el Estado de México.

Optamos por denunciar en la Ciudad de México. Mi denuncia está completa, cubriendo seis episodios de violación con sus agravantes. Algo que mis abogados y Saskia me dijeron es que, en un país como México, la justicia reside en la capacidad de denunciar. De cada mil casos, solo uno consigue una sentencia, lo cual me parece algo lamentable. El 29 de febrero fue uno de los días más felices de mi vida, ya que pude dejar por escrito ante el Estado mexicano lo que me había pasado. Siendo perseverante y necio, pensé que, si ya había trabajado ocho años en esto, iba a por el siguiente paso: la orden de aprehensión. Y de esta manera, lo logré el 12 de abril, con la captura el 13 y la audiencia el 14, siendo la primera vez que lo volvía a ver.

Dividí la audiencia en dos partes: una de sanación, donde expuse todo, desde los carbohidratos hasta los maratones. Aunque no era necesario que fuera ese día, decidí asistir y enfrentarlo cara a cara. Un punto muy importante fue la justicia restaurativa. Verlo esposado con un policía detrás, esa es la imagen que, para mí, corresponde a alguien que se aprovecha de la inocencia de un niño. Fue mi cierre emocional. Por otro lado, el juez me concedió el uso de la voz, así que pude decirle tantas cosas que resultaron muy liberadoras para mí. Nunca pudo mirarme a los ojos. Poder gritarle las cosas en el juzgado fue liberador.

En cuanto a la parte legal, no se le otorgó prisión preventiva. Al final del día, lo que se conoce como el cómputo de las penas, donde se evalúa la pena dependiendo de los cargos de los que se acusa, queda a criterio del juez. Hemos visto que de cierta manera estás involucrado en el activismo para dar luz a historias que no han sido contadas.

Este proceso ha cambiado por completo mi vida. Inicialmente, pensé que el video solo recibiría algunos ‘likes’ de mis amigos y que sería compartido pocas veces. Sin embargo, me sorprendí al ver que se volvió viral. Esto resultó en personas que me enviaron mensajes de agradecimiento por ser la voz que nunca tuvieron. Lo que realmente me partió el corazón fue recibir mensajes de personas conocidas que me confesaron que también habían pasado por situaciones similares, pero no habían podido contar su historia.

Seguimos negándonos a aceptarlo. México prefiere cerrar los ojos ante esta realidad. Al ser el país número uno con casos de abuso infantil, me doy cuenta de que en mi entorno hay personas que han pasado por lo mismo. Mi prioridad es agotar todas las instancias legales a mi alcance. Por otro lado, estoy convencido de que de las cosas malas pueden surgir cosas buenas. Quiero seguir alzando la voz y estoy decidido a no callarme, no solo por mí, ya que mi sanación ha concluido, sino también por todo lo que he destapado.

Muchas personas se han acercado a mí y tengo una red de apoyo increíble. Incluso hay personas que me han pedido ayuda y estoy dispuesto a ayudar y retribuir todo el amor, cariño y apoyo que he recibido. No me quedaré de brazos cruzados. Aunque en este momento no tengo claro cómo, quiero contribuir a cambiar ciertas masculinidades, a reeducarnos y a no preocuparnos por el qué dirán. Es una labor enorme a la cual quiero aportar. Quiero comprometerme conmigo mismo y con las personas que me agradecen constantemente. Somos más los buenos que los malos en México, y este es un tema que debe ser abordado. Aunque queda a criterio del juez lo que sucede con toda una generación que vive en el limbo entre aquellos que ya viven en un vacío legal, donde no solo somos víctimas de los agresores, sino también del Estado. Las leyes, como la que ya existe hoy en día, pueden ser creadas y modificadas, lo cual puede ayudar muchísimo a cambiar este sistema que necesita ser transformado”.

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