El arte y la moda llevan décadas mirándose con deseo, pero en los últimos años sus colaboraciones han alcanzado un nuevo nivel de sofisticación. De Vincent van Gogh reinterpretado por Dior a Yayoi Kusama llenando de lunares a Louis Vuitton, estas alianzas se han convertido en objetos de deseo.
Uno de los casos más icónicos es el de Takashi Murakami con Louis Vuitton, quien revolucionó la clásica monogram con una explosión de color y cultura pop japonesa. Lo mismo hizo Jeff Koons, al llevar obras de Da Vinci, Rubens y Van Gogh a bolsos de alta gama.
Marcas como Dior, Loewe, Prada o Gucci han invitado a artistas contemporáneos para intervenir prendas, espacios y hasta experiencias de compra. ¿El resultado? Una fusión donde el arte no solo se observa, también se usa.
Más allá del marketing, este diálogo entre disciplinas representa una nueva forma de consumo cultural. Vestir arte es, hoy más que nunca, una declaración de identidad.