Cuando escuchamos “Arco del Triunfo”, casi siempre pensamos en el famoso monumento de París. Sin embargo, el arco triunfal más alto del planeta está en la Ciudad de México, y lo has visto decenas de veces: el Monumento a la Revolución Mexicana.
Con sus más de 60 metros de altura y una estructura formada por cuatro arcos monumentales que conmemoran una victoria militar, este ícono entra en la definición de “arco triunfal” inspirada en la tradición romana.
Un proyecto que nació de otro sueño
Este monumento no fue concebido así desde el principio. Su historia comienza en 1910, cuando Porfirio Díaz ordenó construir el Palacio Legislativo Federal. El diseño original quedó inconcluso debido al estallido de la Revolución Mexicana ese mismo año.
La estructura abandonada permaneció en pie hasta que, en 1933, el arquitecto mexicano Carlos Obregón Santacilia retomó el proyecto, dándole un nuevo sentido: convertirlo en un mausoleo que honrara la recién concluida revolución.
De palacio inconcluso a ícono nacional
Obregón Santacilia decidió aprovechar la cúpula ya construida y añadirle cuatro arcos monumentales, creando así un espacio imponente y simbólico. El resultado fue un monumento que no solo preserva parte de la historia previa a la Revolución, sino que se convirtió en el Arco del Triunfo más grande del mundo.
Hoy, el Monumento a la Revolución es un emblema de la CDMX, punto de encuentro para celebraciones y protestas, y sede de un mirador que ofrece una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad.