Alí Jameneí es el líder supremo de la República Islámica de Irán desde 1989, cargo que lo convierte en la autoridad máxima del país, por encima del presidente y otras figuras del gobierno. Su influencia abarca todos los aspectos del Estado, incluyendo las fuerzas armadas, el poder judicial y los medios de comunicación. Aunque muchos lo ven como un líder religioso, su poder real es profundamente político y estratégico.
Nacido en 1939 en Mashhad, una ciudad sagrada del islam chiita, Jameneí fue discípulo del ayatolá Ruhollah Jomeiní, fundador de la República Islámica. Participó activamente en la revolución iraní de 1979 que derrocó al Shah y dio origen al sistema teocrático actual. Antes de convertirse en líder supremo, fue presidente de Irán entre 1981 y 1989, en plena guerra con Irak.
El cargo de líder supremo, según la Constitución iraní, le otorga a Jameneí el control directo sobre los Guardianes de la Revolución, el aparato de inteligencia y la política exterior del país. Esto incluye decisiones clave sobre el programa nuclear iraní, las relaciones con Estados Unidos e Israel, y el respaldo a milicias aliadas en la región, como Hezbollah en el Líbano.
A lo largo de su mandato, ha demostrado una capacidad notable para consolidar el poder y neutralizar a opositores, tanto reformistas como conservadores. Bajo su liderazgo, Irán ha vivido fuertes tensiones internas, represión de protestas populares, y un progresivo aislamiento internacional, especialmente tras la retirada de EE. UU. del acuerdo nuclear en 2018.
Aunque ya octogenario y con rumores persistentes sobre su salud, Jameneí continúa siendo el centro del poder en Irán. Su sucesión es un tema delicado, cuidadosamente manejado por los sectores más leales del régimen. Mientras tanto, su figura sigue marcando el rumbo de uno de los países más influyentes del Medio Oriente.
El sucesor de Alí Jameneí...
Debido a reportes frecuentes sobre su delicado estado de salud, las miradas están puestas en posibles herederos del cargo más poderoso del país.
Uno de los nombres más mencionados es el de Mojtaba Jameneí, hijo del propio líder supremo. Clérigo con fuerte influencia en los círculos conservadores y estrechos lazos con los Guardianes de la Revolución, su candidatura genera controversia por el riesgo de establecer una “dinastía” en el sistema teocrático iraní.
Otro aspirante es el presidente actual del Poder Judicial, Ebrahim Raisi, quien cuenta con respaldo del aparato de seguridad y del propio Jameneí. Su perfil conservador y su historial como juez en casos de represión política lo posicionan como una figura leal al régimen.
La decisión final recaerá en la Asamblea de Expertos, un organismo compuesto por clérigos que teóricamente elige al líder supremo. Sin embargo, en la práctica, el proceso estará marcado por negociaciones internas entre las élites religiosas, militares y políticas del país.
El sucesor de Jameneí no solo heredará un cargo, sino también una crisis interna persistente, una economía golpeada por sanciones y una región en constante tensión. Su elección será clave para el futuro rumbo de Irán y su rol en el Medio Oriente.