Pablo Picasso y Diego Rivera fueron dos de los artistas más influyentes del siglo XX, cada uno con una visión revolucionaria que marcó profundamente la historia del arte.
Aunque provenían de contextos distintos —Picasso del vanguardismo europeo y Rivera del muralismo mexicano—, compartieron una época, una ideología política común y una intensa, aunque compleja, amistad.
Se conocieron en París en la década de 1910, cuando la capital francesa era el centro neurálgico del arte moderno. En ese momento, Rivera formaba parte de la comunidad artística latinoamericana en Europa, mientras que Picasso ya se consolidaba como uno de los líderes del cubismo.
Ambos compartían simpatías comunistas y una visión crítica del capitalismo, lo que reforzó su vínculo más allá del arte. Sin embargo, su amistad no fue libre de tensiones. Rivera admiraba el talento de Picasso, pero también lo cuestionaba por mantenerse en los circuitos comerciales del arte europeo. Picasso, por su parte, respetaba el compromiso político de Rivera, aunque no siempre concordaba con su enfoque nacionalista.
Aunque sus caminos artísticos tomaron rutas distintas, ambos transformaron radicalmente la forma de entender el arte en sus respectivos contextos. Su legado continúa siendo una fuente de inspiración para artistas y pensadores en todo el mundo.