Lo que ocurrió en el centro de Madrid con Rosalía no fue una simple activación promocional, sino un fenómeno social. Miles de personas se reunieron en la plaza de Callao tras una transmisión en vivo desde Instagram en la cuenta de la artista, que prometía la sorpresa de presentar LUX, su nuevo álbum. Lo que pocos imaginaban es que lo que parecía un evento sorpresa terminaría convirtiéndose en una escena salida de Black Mirror.
Durante su live de Instagram, Rosalía inició en lo que parecía un cuarto de hotel, para después subirse a un coche y mencionar que se dirigiría a Callao. Bastó eso para que, en cuestión de minutos, el rumor se esparciera por redes sociales y la plaza comenzara a llenarse de fans.
Algunos llegaron con cervezas, otros con altavoces y teléfonos en mano, siguiendo el recorrido del coche de la artista por el streaming. La emoción era colectiva: todos esperaban ver aparecer a Rosalía en algún punto del icónico lugar, quizá en una terraza, un balcón o incluso, como algunos fantaseaban, “volando” vestida de ángel como en su portada.
¿El caos de un fenómeno viral fue decepcionante?
Sin embargo, lo que sucedió después fue tan caótico como fascinante. Rosalía nunca salió al escenario improvisado. En su lugar, se mostró brevemente desde las ventanas de un hotel cercano, saludando a la multitud que la esperaba con euforia. No hubo palabras, no hubo show. Solo un gesto que, para muchos, dejó una sensación ambigua entre la decepción y la fascinación.
La proyección de la portada de LUX en la fachada de Callao fue el único momento tangible del evento. Pero el efecto ya estaba logrado: miles de personas congregadas, redes sociales explotando y una conversación global sobre lo que acababan de presenciar. Sin escenario, sin guion, sin control.