Los triángulos amorosos son un clásico de la ficción adolescente, y El verano en el que me enamoré no es la excepción. Al centro está Belly, y a sus lados los hermanos Fisher: Conrad, el mayor reservado y enigmático, y Jeremiah, el menor encantador y extrovertido.
Conrad, el amor complicado pero profundo
Conrad es el arquetipo del chico que guarda más de lo que dice. Misterioso, melancólico y sensible, representa esa intensidad romántica que enamora con miradas y silencios. Su conexión con Belly tiene raíces profundas, pero también está marcada por malentendidos y emociones no resueltas.
Jeremiah, el amor luminoso y estable
En contraste, Jeremiah es risueño, cercano y protector. La audiencia lo percibe como el amor “fácil”, el que no se guarda nada y siempre está dispuesto a acompañar. Para quienes defienden a Jeremiah, su espontaneidad y calidez hacen de él la opción más saludable para Belly. Esto, hasta que en la última temporada se comprometen, después de que él confesó haber sido infiel.
Team anti Belly
Al tratarse de un triángulo amoroso peculiar, siendo que la protagonista entabla una relación amorosa con dos hermanos, con los que además, compartió la gran parte de su infancia, algunos miembros de la audiencia acusan a Belly de “tóxica” por estar en medio de dos hermanos que rompen lazos en la última temporada por amar a la misma mujer.
Lo cierto es que ambos hermanos representan dos formas distintas de amar, y esa dualidad es lo que mantiene a los fans al borde del asiento en una de las series más exitosas de Amazon Prime Video.